Hoy volví a verla, pequeña e insegura como ya no solía recordarla, envuelta entre miedos y una que otra tristeza. La ví, me ví. Volvía a tener 13 años, acababa de derrumbarse el mundo que por 13 años me habían construído. El pasado se desmoronaba delante de mis ojos como un castillo de naipes y yo, como una espectadora más, apreciaba como todo lo «mío» quedaba en ruinas… tenía 13
Tenía 13 y estaba llena de preguntas, todas ellas sin una respuesta segura y sin nadie que quisiera responderlas. Una niña con las manos rotas, una niña sintiéndose aún más pequeñita, un cuerpo adolescente lleno de rebeldía y una garganta atragantada por las ganas de querer gritar… tenía 13
Tenía 13. Una niña vestida con una camisa anaranjada sacándose una foto que aún hoy me hiela el alma. una foto y un nuevo colegio; una foto y una nueva vida. Una imagen sin alma, unos ojos silenciosos que no brillan.
13 años y una noche. Una niña triste y una libreta…escribir, escribir, escribir, la niña descubrió que con palabras se pueden ahogar las penas.
Palabras, palabras, palabras…jamás mostradas, jamás enviadas, jamás perdonadas, jamás olvidadas. 13 años, un suspiro, una lágrima, una niña y una lista de rencores que marcaron una infancia.
Hoy la vi, tenía 13 años, seguía siendo la misma: indefensa, insegura y chica. La contemplé, la acaricié, la consolé y dejé que se marchará. 13 años y una niña que sigue en algún lugar de mí guardada.
Qué linda entrada Lu! Yo también pienso mucho en mi yo de 13 años, a veces siento que fue a esa edad que empecé a convertirme en lo que soy. A veces vuelvo a leer los diarios que escribí a esa edad y es impresionante porque te das cuentas que no has cambiado nada.
Gracias Vero, yo me siento muy identificada siempre con todo lo que leo de ti.. y sí, hay cosas que nunca cambian en nosotros, solo las mantenemos por ratos guardadas,