Nos volvimos vacíos como el tiempo que habitamos. Horas sin pausas ni prisas que en cada Tic Tac nos recuerdan que aún seguimos aquí.
Nos volvimos dos viejos esclavos de esta historia que seguimos empeñados en construir. Cuándo el tedio se atrevió a suplir las palabras, y las palabras se convirtieron en gritos silenciosos en busca de un aliado que quiera escuchar.
Un té, un sorbo, un reloj atormentado, un suspiro. Una tarde más que se despide entre palabras no dichas y miradas condenadas al suplicio de callar.
Cómo reconocernos en el otro cuando ya no hay un “nosotros”, cómo jugar de nuevo al amor cuando al mirarnos descubrimos que ese sentimiento nunca existió. Estar contigo se convirtió en sentirme sola, distante, ajena, atrapada en una soledad que al mezclase con la tuya forma un acorde de tristeza y desolación.
Un té, un sorbo, un reloj atormentado, el sonido del timbre que anuncia que los niños llegaron. ¡Prepárate, hay una función que empezar!
Deja una respuesta