Hoy escuché un poema de Rupi Kaur, la Instapoet, que dice algo más o menos así: «No sé lo que se siente tener una vida balanceada«, y ahora que lo pienso yo tampoco. Siento en extremos, quiero en extremos, deseo en extremos, me exijo en extremos y… no puedo controlarlo. Es uno de mis defectos, o mejor dicho, uno de mis peores miedos, porque cuando alguien lo nota siempre termino herida y sintiéndome aún más vulnerable.
Soy impulsiva por naturaleza y de vez en cuando irracional (más frecuente de lo que me gustaría). Mi motor son las emociones y cuando conecto con algo o alguien a otro nivel, no puedo parar hasta darme cuenta que ese algo se ha convertido en una droga.
Como cuando me gusta un nuevo helado, y siempre que voy a la heladería compro el mismo aunque la tienda esté llena de nuevos sabores. Así soy. De extremos y no de intermedios. Aunque a veces me descubro viviendo allí. Últimamente.
No sé a qué quería llegar con este texto. Quizá a nada. Quizá cada quien lo interpretará a su parecer.
Es lo que pasa con el equilibrio, que nadie sabe en realidad cómo sentirlo, porque la vida no es equilibrada de por sí. Y por más yoga y meditación que hagamos, la incertumbre y las preguntas sin respuesta también hacen parte del viaje.
Porque hay días en los que hundirse en un vaso de agua o flotar por los aires sin pensar que te puedes estrellar contra el suelo es una manera fácil de vivir. Lo fácil es no pensar. Aunque sí, a una parte de mí le gustaría saber qué se siente tener una vida equilibrada.
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