Me gustaría que hablaras de eso, mamá, de cuando se nos va la vida en un minuto; y no hablo de la muerte física, sino del tedio, del cansancio; no el del cuerpo sino del alma, el que nos deja por momentos suspendidos entre palabras no dichas, momentos desechos y una cuenta interminable de arrepentimientos.
Me parezco a ella, a la que tanto juzgue en la infancia, a la que no entendía en nada, a la que siempre vi tan diferente a mí. Sí, me parezco a ella, a mi mamá.
Con casi 50 primaveras encimas y una larga lista de desaciertos y, por qué no reconocerlo, de grandes logros y satisfacciones como madre, siento que, aparte de eso, no tengo mucho que contar. Me siento más vieja y las ligeras canas que afloran de mi pelo hacen que me olvide de esa, de la pequeña bailarina que casi ni recuerdo, de esa niña de ojos verdes y melena alborotada que nunca soñó con convertirse en nada, ni creía en mañanas; de esa pequeña soñadora despreocupada, amante de las frases bonitas, de los mundos imaginarios y de las historias de amor a la antigua, a la que sólo le interesaba cantar.
Escarbo y escarbo por mis recuerdos color sepia, mientras me desahogo charlando contigo, tratando de recordar durante qué historia la dejé morir. Cuándo fue que la sepulte por debajo de otras vidas, cuándo la hablé tan fuerte que la obligué a callarse y a dejar de cantar. Cuándo me convertí en esa, la mujer que otro quería.
¡Si uno pudiera retroceder el tiempo no hubiera cometido tantos errores!, No hubiese desperdiciado tanta vida para vivirla en nombre de otros. No hubiese creado tantos monstruos que no sé si se se alimentaban de necesidad o de abandono; no me hubiese quedado con las manos tan vacías…tan llenas, por un lado, pero igualmente tan vacías…
La miro a ella, tan opaca, tan lejana, sólo la sombra casi borrosa de como solía imaginarla, de como solía culparla cada vez que las nostalgias de la infancia me embriagan el alma. Me veo a mí. Me pregunto qué es lo mayor que hemos logrado como mujeres, ¿ser esposas?, ¿ser madres?… ¿Cómo mujer realmente qué logré? ¿Qué logramos?.
Mi madre siempre vivió la vida de mi padre, aunque eso significara aceptar ser víctima de la misma enfermedad. Decía, entre palabras decididas, que la muerte sería la única oportunidad de volver a empezar. Pero cuando fue su turno, el de vivir, la vida no era la misma porque sus horas se cronometraron para vivir para él, con él. Ahora ella, la que era fuerte, siente miedo; la que era independiente, necesita siempre un ángel guardián que la acompañe. Ella, la que podía con los años, ahora despierta cada mañana mendigando un día más.
Llegó el encierro, las luces se prenden y se apagan. Nos tocó hacer las paces con la soledad mientras le pedimos favores al tiempo. ¿Tendremos la oportunidad de volver a empezar?
Sabes, mamá, me gustaría que escribieras sobre esto….
Parece mentira lo diferentes que somos ahora de cuando eramos pequeñas.
No se si es que esos recuerdos se van olvidando, que la vida nos da golpes y nos enseña que muchas cosas son imposibles o simplemente que hemos desistido…
Al final los sueños que teníamos de pequeñas eran una fantasía que en pocos ocasiones de ven cumplidos al crecer.