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¿Qué nos hace pensar que alguien está bien o mal? Últimamente he estado pensando en ello porque se puede decir que entre mis amigas, soy la que siempre tiene la palabra adecuada para cada momento, la calma a flor de piel y la frase inspiradora al alcance de la mano. La que las aconseja, la que las escucha cuando están tristes, y la voz de la consciencia, manifestándose al otro lado del teléfono, que las hace llegar a las conclusiones que ellas ya sabían, pero que no eran capaces de pronunciar en voz alta.
Pero a veces me pongo a pensar que a muchas de ellas se les olvida que hay en días en los que yo también necesito hablar.
Hay días en los que uno amanece con la tristeza pegada a los huesos, o simplemente con hastío. Que las palabras amanecen con ganas de saltar de la boca pero, en su lugar, se controlan y hacen fila en la punta de la lengua porque no encuentran a nadie con quien hablar. Sí, hablar, así como suena…
Pero no lo digo a modo de crítica porque creo saber a qué se debe. Supongo que yo también tengo a alguien a quien recurrir cuando no quiero estar sola con mis problemas, y el que para mí es el perfecto remix de la «persona feliz», porque dificilmente lo concibo de otra manera, y las contadas veces que lo he visto triste, daría todo por cambiarle el problema y me preocupo de verdad. Les hablo de mi pareja.
Ahora que lo pienso no puedo recordar la cantidad de veces, en 4 años, que he llegado a la casa llorando, deprimida y con ganas de hablar y hablar mientras le cuento todo lo que me ha pasado en uno de esos días en los que amanecemos con una nubecita negra sobre la cabeza y con muchas ganas de quejarnos de todo, sin que se me ocurra preguntarle cómo se siente de verdad, porque una parte de mi interfiere que él siempre está bien… porque sí, casi siempre lo está y no sé cómo hace.
Cuando hablo de preguntarle cómo se siente, me refiero a sentirlo. A un ¿cómo estás? de esos capaces de llegar al corazón y leer entre líneas, y no al típico ¿cómo estás? que repetimos como loros para abrir una conversación.
Pero, ¿por qué nos pasa esto?
¿Por qué damos por hecho que aquellos que parecen haber salido de un poster de Yoga no tienen problemas ni días pesados, ni se nos pasa por la cabeza que las mismas caras que aparecen riendo en las fotos de Instagram o Facebook a veces terminan llorando solas porque no tienen con quién llorar?
Nadie tiene la vida perfecta, ni es 100 % el remix de una persona feliz. Todos tenemos días de bajón, de miedo, de ansias, de felicidad, de soledad; días en que no queremos ser fuertes, ni queremos tener a la mano las palabras positivas que les decimos a los demás.
Hay días en los que tan sólo queremos hablar de todo y de nada, mientras sabemos que hay un par de oídos firmes, de los que sabemos que escuchan más de lo que decimos, ahí para escuchar.
A veces también queremos tener psicólogas y doctoras corazón por un día, o simplemente leer un mensaje de alguien que, desde la distancia, nos recuerda que está ahí…¡para nosotros!
Porque aunque queramos a los otros y sepamos que también nos quieren, a veces la amistad es más que sólo hablar y pedir consejos, a veces es solo una compañía en silencio, y un par de oídos atentos que quieran escuchar aunque no se lo digamos.
Lú
Que lindo y tan cierto…..
¡Aquí estoy! 🙂 \o/ Yo, y mis oidos!! ❤
Tan linda <3 Nos vemos mañana 😀