«Disfruta la vida. Hay mucho tiempo para estar muerto» (Hans Christian Andersen)
El día anterior a mi viaje de regreso a Malta desde el aeropuerto de Eindhoven vi el primer post en el Facebook de un amigo con la noticia del trágico accidente aéreo que sufrieron los jugadores, periodistas y la tripulación de la aerolínea boliviana Lamia que transportaba a los futbolistas del equipo Chapecoense de Brasil, hasta a Medellín, Colombia, en donde esperaban jugar la final de la Copa suraméricana. Desde entonces empecé a buscar en los diferentes medios de comunicación noticias sobre cómo había ocurrido el accidente y si habían quedado sobrevivientes. Esto es algo que nos marca a tod@s, y no sólo porque se hubiese tratado de los integrantes de un equipo de fútbol que estaba a puntas de disputar la tan esperada final de un importante evento deportivo, sino porque se trata de 71 almas con ganas de vivir, con sueños, expectativas y propósitos, igual que nosotros. 71 personas con toda la vida por delante que nunca imaginaron que este año no iban a cantar villancicos ni a celebrar el año nuevo. Sólo se me vino a la mente el título de una canción de Juanes que dice “La vida es un ratico”, y por eso hay que aprender a vivirla sin dejar nada para después.
Es inevitable no ponernos en el lugar de ellos y preguntarnos qué pasaría si algo así nos llegara a suceder; y no sólo hablo de una catástrofe aérea- aunque fue lo primero en que pensé porque como dije al día siguiente tendría que tomar un vuelo de 3 horas para volver a casa y en dos semanas tengo que tomar otro para viajar a España por navidad, pero la muerte puede venir disfrazada de cualquier cosa, de accidente automovilístico, de enfermedad, de un mal golpe en la cabeza, de una prisa, de una mala decisión, de cosas que se nos salen de las manos o hasta de una vida sin sabor. Muchas personas existen pero nunca se dan el permiso para empezar a vivir. ¿Por qué? Porque como buenos humanos nos encanta dejarlo todo para “después”; para cuando tengamos dinero, para cuando tengamos más tiempo, para cuando nos vuelvan las ganas, para cuando estemos mejor de salud, para cuando nuestra situación sea mejor… y olvidamos que la vida es un regalo que se nos fue prestado por un tiempo limitado y que el único día que tenemos asegurado para hacer planes, vivir, ser agradecidos y felices es HOY.
Yo por ejemplo tengo esa mentalidad en mi vida y trato de serle fiel. Estoy en una etapa de mi vida en la que me interesan más las experiencias que las cosas. Los momentos que quedan grabados en la mente y el alma, en lugar de cosas materiales que con el tiempo terminan en la bolsa de la basura o condeados al exilio en el desván. Me interesa ahorrar dinero para viajar a sitios en los que nunca he estado, en vez de comprarme más ropa, un carro nuevo o el móvil de moda. Me interesa más compartir con las personas que quiero en planes que no siempre son planeados, que estar rodeada de gente que no me aporta nada en sitios que no me gustan sólo para impresionar a los demás. Estoy en un momento en que, si de compras se trata, quiero comprar experiencias que me generen consciencia; experiencias que me abran la mente y me den una dosis de adrenalina que me ayude a dejar la rutina de lado y vivir. Un momento en que he aprendido a apreciar el valor de las pequeñas cosas, a apreciar lo que tengo y disfrutar de estar acompañada y también de mi soledad.
Quiero vivir a plenitud y con el corazón latiendo fuerte, con el miedo pegado en la punta de los pies, pero aún así vivir…y sentirme niña de nuevo y deslumbrarme mil millones de veces mientras lo miro todo por primera vez, sin perder ese sentimiento de admirarlo todo con ojos brillantes; un sentimiento que lastimosamente vamos perdiendo cuando empezamos a crecer.
Quiero seguir descubriendo nuevos paisajes, perderme en calles desconocidas, oler nuevos aromas, deleitarme con nuevos sabores, ponerme nuevos retos, aprender nuevos idiomas, hablar con gente diferente y entender y tolerar otras maneras de ser y pensar. Escribir para vivir.
Cada mañana me pregunto ¿Qué puedo hacer hoy para estar más cerca de mis objetivos? y trato de dar pequeños pasos que me hagan sentir la satisfacción de acostarme con el sentimiento de haber vivido otro día que valió la pena. Después de accidentes como estos sólo podemos peñiscarnos un poco y reflexionar sobre la forma en la que estamos viviendo nuestro eterno hoy. ¿Nos estamos atreviendo a vivir sin miedos?, ¿Estamos viviendo la vida que queremos o al menos nos estamos acercando?.
¿Si hoy acabara tu vida sentirías que la has vivido como esperabas o al contrario sólo has acumulado miles de planes imaginarios que no te atreves a cumplir?
Aunque estas noticias nos generan pánico y nos paralizan un poco, no podemos dejar que el miedo se convierta en una parte fundamental de nuestra realidad. En lugar de ello te propongo verlas como una alerta que nos impulse a empezar de nuevo todos los días, a pensar más en lo que tenemos y menos en lo que nos falta, y aplicar aquella frase de cajón que definitivamente tiene mucha razón «Vive como si fuera el último día.»
Estamos empezando el último mes del año, y qué mejor que aplicarlo para hacer un alto en el camino y reflexionar.
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¡Bonito fin de semana!
Lú
Así es mi lú bella la vida es una y hay que saberla vivir y no solo eso no dejar que los de tu alrededor te dañen el rato y pierdas los ánimos de vivir la vida como debe ser.
Gracias cada vez aprendo mas de ti
Me enanta la frase “Disfruta la vida. Hay mucho tiempo para estar muerto” , y sí toca disfrutar al máximo cada día como si fuera el último.
A mi también me encanta esa frase, me la apunto! 🙂